Saturday, April 23, 2016

Breve reseña de la crisis financiera estadounidense del 2008.

Breve reseña de la crisis financiera estadounidense del 2008.

Por Eduardo Giles.

En el periodo del 2001 al 2005, la banca privada estadounidense otorgó de manera indiscriminada al público, préstamos hipotecarios convencionales con tasas fijas de interés y préstamos ARM¨s (Adjustable Rates Mortgages) con tasas variables al alza, para la adquisición de viviendas, ambas variantes concertados a mediano y largo plazo. En no pocos casos, las instituciones prestamistas (lenders) y corredores de bienes inmuebles (brokers) omitieron verificar a cabalidad la capacidad real de amortización de sus distintos clientes, beneficiados específicamente con las líneas de crédito ARM´s. El binomio lenders/brokers paso por alto el debido examen de los respectivos records de crédito de los adquirentes de casa-habitación, tan importantes en Estados Unidos. En esas condiciones de alta flexibilidad inducida por lenders y brokers, probablemente se aprobaron alrededor de 3 millones de solicitudes de préstamos de alto riesgo (low-doc-loans); es decir que las personas dijeron ganar un mínimo de cien mil dólares anuales, pero que dicho ingreso no necesariamente estaba comprobado.

Esta burbuja crediticia generó una inusitada demanda de nuevos adquirentes de casas-habitación y el concomitante crecimiento de la industria de la construcción y de sus conexos, contribuyendo a que el costo de los inmuebles experimentara de repente incrementos inmoderados. En algunos lugares de mediana plusvalía  -excluyendo los tradicionales y exclusivos barrios de la clase social adinerada- la generalidad de las casas diseñadas en principio para la clase media empezaron a cotizarse en el rango casi impagable, del  medio millón de dólares para arriba.

El alto precio de las casas nuevas se propagó rápidamente al resto del mercado inmobiliario encareciendo sin fundamento las casas usadas y modificando también el avalúo catastral (Ad Valorem Tax), aumentando de facto los impuestos prediales por el uso urbano de la tierra.

La distorsión alzista conjunta inmobiliario-hipotecaria in crescendo fue la causa de que, a inicios del 2006, innumerables deudores  no pudieran asumir los pagos e intereses mensuales indexados cada vez más caros de sus respectivas deudas, más los costos extraordinarios del impuesto fiscal. En condiciones de apremio, muchas personas tuvieron que refinanciar sus préstamos suprime, incrementando sus hipotecas en cantidad  y ampliando el plazo de amortización  de 20  -que era el promedio-  hasta 40 años.

Desafortunadamente hubo también muchos clientes morosos que no pudieron renegociar a tiempo sus hipotecas -y en bancarrota declarada de facto- perdieron sus propiedades y ahorros patrimoniales, pasando a engrosar la temida y larga lista de reclasificación del Buró de Crédito. Estas personas quedaron por consiguiente imposibilitadas para adquirir otra propiedad a través de un crédito bancario, en un lapso de cuando menos siete años. Entre el segundo semestre del 2006 y el primer semestre del 2007, los bancos acreedores embargaron una gran cantidad de casas nuevas y usadas con pagos vencidos, mismas que habían sido adquiridas menos de cinco años atrás.

De forma simultánea, la demanda de casas-habitación disminuyó drásticamente, desacelerando de paso la dinámica que se había observado en la industria de la construcción y en el suministro de insumos en ese sector. A esta contracción siguió un aumento de hasta  9 por ciento del nivel de desempleo en la industria de la construcción y de 6 por ciento para los demás componentes de la economía estadounidense. Lo anterior estuvo acompañado de una sensible disminución del consumo. En muy poco tiempo la variable oferta-demanda de bienes inmuebles fue cada vez más errática, hasta que en agosto del 2007 el valor de las casas se depreció en 10 por ciento de su valor.

Con esta situación, una multitud de propietarios de inmuebles experimentaron, con ciertas variantes, una paradoja absurda e injusta; por ejemplo, compraron una casa de medio millón de dólares, pero a los cuatro o cinco años tuvieron que renegociar su deuda por digamos seiscientos mil dólares. Entonces, con la contracción del mercado inmobiliario, el valor nominal de su casa, se redujo a cuatrocientos mil dólares, sin que por ello se modificara la deuda  de seiscientos mil dólares más intereses, es decir se configuró una auténtica amortización negativa. 

Con el lastre de una multimillonaria cartera vencida y de una demanda casi inexistente de compradores de casas, los bancos y las sociedades financieras acumularon un caudaloso e inoperante capital pasivo, experimentando ingentes problemas de liquidez, para seguir financiando a los otros sectores industriales, manufactureros, comerciales, agrícolas, textiles y de servicios de la economía estadounidense.

Entre agosto y septiembre del 2008 se contrajo de forma abrupta la disponibilidad de crédito, que constituyó la causa primordial de que algunos de los bancos más emblemáticos de los Estados Unidos de América (EUA) se declararan en quiebra y que más tarde con la aprobación de las autoridades de la Reserva Federal (FED) fueran reabsorbidos por instituciones más poderosas, como ocurrió con el Northon Rock restructurado por la misma FED, el Indy Mac Bank que colapsó, Golden Sachs y Morgan Stanley que declararon déficits de magnitud, así como Lehman Brothers, Bears Steams y otros que se fusionaron para no declarar su virtual bancarrota.

De esta manera, el Bank of América adquirió al Merrill  Lynch y después al Countrywide Financial, mientras que WellsFargo compró al Wachovia y el J.P. Morgan Chase Bank se quedó con el Washington Mutual, al mismo tiempo que anunciaba una reducción de los intereses de hipotecas de sus clientes atrasados con sus pagos. La compañía aseguradora AIG fue rescatada también por la Reserva Federal.

Esa inusitada reestructuración bancaria repercutió negativamente en los mercados financieros de Europa, China, Japón y otros países, por el complejo entramado de las instituciones precitadas con sus homólogos en el exterior, así como por los imparables índices a la baja del Dow Jones, indicador del mercado bursátil en Wall Street. Así, en “dominó” Gran Bretaña tuvo que inyectar alrededor de 500 mil millones de libras esterlinas para subvencionar las pérdidas del Bradfor & Binsley Bank y de otras instituciones financieras inglesas, mientras el gobierno de España tuvo que ayudar al Banco Santander. Otros países europeos como Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania e Islandia enfrentaron una situación semejante en donde la banca central se sintió obligada a solventar a los bancos y sociedades financieras de esos países afectados por la globalizada crisis norteamericana.

Por otra parte, la amplitud de la crisis inter-bancaria, conllevó a recortes importantes de personal: la compañía American Express disminuía su fuerza laboral en 7,000 empleados, Motorola despedía a 3,000, Barclays a otros 3,000, Bank of América despedirá hacia finales de este año a 7,000 personas, Goldman Sachs a 3,000 y en el extranjero el poderoso Commerzbank anunciaba un recorte de personal de 9,000 personas, mientras Credit Suisse despedía a 1,600 empleados.

Para el 7 de septiembre del 2008, la incontrolada inestabilidad financiera había alcanzado a las dos principales sociedades financieras del país, que respaldan las operaciones fiduciarias de la mayor parte de los bancos estadounidenses;  Fannie Mac (Federal National Mortgage Association) y Freddie Mac (Federal Home Loan Fannie Mortgage Coorporation) que declararon pérdidas superiores a los 15 mil millones de dólares.

Como respuesta tardía al colapso de la banca estadounidense, la administración del presidente George W. Bush, activó prima facie el Decreto de Emergencia para  la Estabilización Económica (Emergency Economic Stabilization Act),  liberando por conducto de la Agencia Federal del Financiamiento a la Vivienda (Federal Housing Financy Agency) una ayuda extraordinaria de cerca de 180 mil millones de dólares para  el rescate financiero de estas dos empresas y para el apuntalamiento de otros bancos estadounidenses. Sin embargo, dicha primera medida de rescate en lugar de crear un clima de confianza en la comunidad mundial, fue interpretada en los mercados financieros internacionales, como un irreversible síntoma de debilidad de la principal y todavía la más competitiva economía del mundo.

Entonces se produjeron en cascada reacciones de pánico en los mercados bursátiles doméstico e internacionales, con una vertiginosa declinación de cotizaciones ante la amenaza del inefable fantasma de una recesión económico-financiera estadounidense, que se consideraba como precursora de una amplificada recesión mundial. El capital bursátil, caracterizado por su alto grado de volatilidad, apanicado buscó refugio como siempre en las divisas fuertes como franco suizo, dólares, y en el yen japonés, así como en compras de oro, confirmando aquella fórmula conocida en los mercados como switch from bonds to stocks.

De manera colateral a esta debacle financiera se observó que a nivel mundial, la inversión extranjera directa se restringía, el comercio internacional declinaba y surgía una creciente especulación de divisas y de derivados a futuro. En octubre del 2008, se observó diariamente un comportamiento casi caótico en los indicies de la bolsa de valores de los mercados internacionales, coincidente con la persistente baja de los precios de referencia del petróleo.

Ante este panorama, por decreto el presidente Bush obtuvo, el primero de octubre del 2008, la aprobación, ante las cámaras legislativas de su país, de un segundo paquete de rescate financiero por 700 mil millones de dólares para el sistema financiero estadounidense. Sin embargo, los inversores de capital reaccionaron otra vez con reservas, toda vez que indudablemente  la erogación extraordinaria de esa cantidad significaba un incremento de la deuda nacional norteamericana, medida ahora en trillones de dólares. Además de haberse generado un déficit fiscal federal para 2008 que excederá los 455 mil millones de dólares, lo  que representa 3.2 por ciento del GDP de Estados Unidos.

El presidente Barack Obama heredó una economía de recesión, agravada por el elevadísimo costo  de la guerra desastrosa  en Iraq y Afganistán,  por  la caída constante de los precios de referencia del petróleo, por una inestable tendencia a la baja de las tasas de créditos, con una deuda nacional (federal budget fiscal) inmanejable, con una economía deprimida de 0.3% (al tercer trimestre del 2008), por la reducción del consumo y con el  ineludible compromiso de otorgar, pensiones, seguridad social, Medicare y Medicaid y demás servicios para los primeros cientos de miles de jubilados  de la generación de los “Baby Blomers”. Se calcula que en los próximos 15 años habrá alrededor de 17 millones de pensionados de esa generación.

Las repercusiones de esta crisis internacional hacia México pueden resumirse en; una contracción de la inversión privada directa, una reducción de las exportaciones (particularmente la exportación de alimentos) al mercado estadounidense, toda vez que el comercio exterior de aquel país se redujo en 1 por ciento del PNB, una disminución del envío de remesas del doce por ciento en septiembre-octubre del 2008 y por las presiones constantes sobre el tipo de cambio. Prácticamente durante las últimas dos semanas de octubre de ese año, se pudo contener la devaluación del peso frente al dólar estadounidense con la subasta diaria de millones de dólares que hizo el Banco de México en desmedro de las reservas internacionales. El presidente Felipe Calderón subrayó la adopción de medidas anticíclicas para contrarrestar los efectos negativos, concretamente con  una mayor inversión pública en infraestructura.

Por lo que concierne  a una variante del endeudamiento financiero en México, algunos economistas subrayaron el problema que representa -en estos momentos cruciales de  incertidumbre frente al futuro desarrollo de la crisis financiera internacional y de su futuro impacto en México-, el uso inmoderado  de las tarjetas crédito y advierten que las elevadas tasas de interés del 41 por ciento o superiores contribuyen a distorsionar en forma irreversible el patrimonio de cientos de miles de tarjetahabientes. Ante este fenómeno de fácil endeudamiento que ya refleja un índice de morosidad del 9.2 por ciento del total,  los expertos aconsejan  restringir el gasto con  las  tarjetas de crédito y concentrarse en el  fomento al ahorro.

Precisamente la crisis financiera constituyó el tema predominante de los líderes europeos que se reunieron en Paris, el 12 de octubre del 2008. Después del 18 al 19 de octubre, el presidente de Francia, Nicolas Sarkosy y el Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, se entrevistaron en Washington con el Presidente George W. Bush, con el aparentemente único propósito de encontrar una solución apropiada al problema financiero que entró en un ciclo global recesivo.  Indudablemente los dirigentes europeos seguramente se cuestionaron sobre la incapacidad de la administración de Bush para  prevenir la dimensión y repercusiones de la crisis.

En la XVIII Cumbre Iberoamericana, que se celebró del 29 al 30 de octubre en El Salvador, el presidente Felipe Calderón propuso un proyecto encaminado a la reestructuración de nuevos mecanismos para prevenir en el futuro eventos de esta magnitud.  Algunos analistas económicos y líderes políticos han comenzado a formular hipótesis sobre el agotamiento del modelo neoliberal del capitalismo preconizado, precisamente por los junkies y de la necesidad de instrumentar un nuevo ordenamiento de flujos de capital, medidas de alerta temprana, candados y estricta supervisión de los mercados financieros en referencia a esta paradigmática e incontenible reversión económica mundial.

En la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno del G-20  junto con el FMI y el Banco Mundial  celebrada el 15 de noviembre en Washington, se buscó un consenso entre los países industrializados y economías emergentes para solucionar  la crisis financiera  internacional y de ahí salieron algunas recomendaciones propositivas.

De lo anteriormente expuesto pueden extraerse algunas conclusiones e interrogantes:

De inicio cabría preguntarse, qué tan profunda y duradera será esta recesión económica que combina desinflación con estancamiento. Quizás eso depende en parte del tiempo relativo que tarde la reestabilización de los precios del mercado inmobiliario y del “back on track” de la economía en general.  Asimismo también persiste la duda de hasta donde se puede sostener la reducción de las tasas de interés a corto plazo impulsadas por el gobierno estadounidense  y cómo influye esto en la curva del crédito al consumo.

Lo más importante es saber ahora, cuáles fueron los efectos psicológicos en la población que fue  afectada por esta crisis. En síntesis cómo se va a restituir la confianza en el sistema neocapitalista de aquellas personas que perdieron su patrimonio familiar o de las 760,000 personas que quedaron desempleadas. Al respecto cabe parafrasear una aseveración reciente de Benjamin Friedman relacionada con el sentir de su pueblo, cuando dice que observa un escepticismo y la subestima moral de la población a nivel nacional y formula una pregunta digna de reflexión; “esa crisis actual marca el final de una era económica y después una lenta recuperación, pero bajo qué condiciones”.


Por supuesto, no debe soslayarse la supervisión de las certificadoras de emisión de bonos hipotecarios o de otra índole.  Se necesitará probablemente  de un ombudsman ad-hoc para ello, toda vez que algunos críticos subrayan el papel predominante que desempeñaron estas certificadoras en la distorsión del mercado bursátil.

Quizás esta inflexión lleve hacia una renovación de los Acuerdos de Bretton Woods adoptados en 1944, inaplicables a las condiciones actuales de la economía y finanzas internacionales.

Conviene resaltar para concluir el sentido crítico y formativo de opinión de los medios de comunicación frente al flujo instantáneo de información característico de la globalización.

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Fuentes bibliográficas;


Cardeño, Roberto, Sección Política, La Jornada.- Cardoso, Guillermo, La Política, Unomasuno.- Castillo, Laura, Reforma.- Cázares, Martha, Reforma.- Esquivel, Mario, Crisis Financiera, La Jornada.-  Quintana, Enrique, Opinión Financiera, Reforma.- Vainer, David, CANADI, “Una casa, la inversión más segura en momentos de crisis”. Milenio- John W. Schoen, msnbc.com,- Nigel Gault de IHS Global Insight,- Marty Wolk, Bussiness Director, msnbc.com,-  Paul Ashwort, Capital Economist,  Associate Press,- Robert J. Samuelson, newsweek.com 

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